lunes, 16 de julio de 2007

Lo concreto




Nunca iba a comprar sola. Constantemente era acompañada o por su hermano menor, por su primo (que vivía en la misma casa) o por el perro que habían adiestrado para cuidarla. María no conocía lo que ahora se llama "libertad", y se acostumbró a no querer saberla.
Miraba las casas, a la gente salir de compras, ir a trotar, tomar helado, ir en bus o simplemente andar sola por la ciudad. Se preguntaba cómo era posible que no temieran a la soledad, a que les pasara algo o los atacaran. Un día, el primo se acercó a la madre de María: "tía, ¿qué pasa con María que no puede andar sola por las calles, y ni siquiera ir a comprar a la esquina sola?, ¿está enferma de algo que no sepamos?" "No!, al contrario, goza de muy buena salud. Ocurre que deseamos lo mejor para ella". Con el tono de la oración que iba desde un timbre alto hasta uno más pausado y bajo, daba por terminada la pregunta y respuesta. "No creo que sea tan sencillo de explicar", se decía Agustín entre dientes. Todas las mañanas - a partir de la pregunta - el primo decidió acompañar a María. Aun cuando fuese muy temprano y él hubiera salido la noche anterior, madrugaba para estar con ella y tratar de descubrir el secreto de la familia. Desde el lado, la observaba, la olía, le hablaba. Se notaba siempre contenta, tranquila. Jamás tuvo tos, o mareos, o algún otro tipo de inconvenientes. De hecho, ella era la más sana de la casa. "¿Y entonces?... ¿por qué no sale sola? es mejor preguntarle a seguir con la duda" Caminando por un barrial, con los pies mojados, porque ese día andaba descalza y era verano, María dio un salto enorme hasta llegar al charco más próximo, salpicando su vestido y los pantaloncitos cortos de Agustín, quien por supuesto, estaba junto a ella. "María!" - se oyó un grito desde la casa de los niños. "Muchacha, ponte las sandalias que te vas a enfermar" "Tía, no se preocupe, está conmigo, en cuanto acabe de jugar con el agua la llevaré adentro para que se bañe y seque como corresponde... es verano tía, no tema", decía Agustín intentando ver el estado deplorable de nervios que se acrecentaba en la madre. De pronto, la mano de María interrumpe la observación serna de Agustín. Temblaba entera, gélidas manos, su piel comenzaba a azularse. "María... qué ocurre, qué tienes" "No es nada, no te preocupes. Es sólo que me marée un poco. Pero eso es todo, y tuve que aferrame a ti para no caer". El primo, súbitamente y como un reflejo de quien siempre pensó en la catástrofe, la levantó ágilmente, y corriendo se dirigió a la casa. La mamá se había recostado, pues quizás dentro suyo, se decía que efectivamente María estaría bien con su primo cuidándola. Temblaba aún más con el calor. Pero tomaban su temperatura y no tenía fiebre. No sentía dolor alguno y sonreía como si el estremecimiento corporal hubiese sido ajeno a ella. Incluso ella trataba de calmar y apaciguar los ánimos inquietísimos de su primo, que a esas alturas se sentía muy responsable de todo loq ue estaba pasando. "Hombre, te digo que no es nada. Verás cómo me levanto mañana y todo habrá pasado. Ni siquiera tengo fiebre" Agustín no entendía nada... ______________________________ Continuará.

4 comentarios:

Leonardo López Orozco dijo...

ya po!!!! hace una semana que quiero saber el descenlace!!!!...maldito metodo de capitulos...lo mismo que hacia Stephen King con su primera novela...maldito...
Abrazo!!! :D

Rocío dijo...

ayyyy qué ansiosooooooooo

jajajaj
saludos!!

Anónimo dijo...

Yo también quiero saber en que va a terminar todo esto...... quede super metida jajajajaj ya besitos grandes nos vemos el viernes.
te quiero fea

Leonardo López Orozco dijo...

yaaaaaaa....todavia espero....ni que fuera bimensual el cuento...jajajaja
bueno, dicen que por lo bueno uno tiene que esperar...
saludos!